Una editorial en las orillas: 25 años de cuentos
Entrevista exclusiva con Juan Casamayor, editor de Páginas de espuma.
En mi infancia, lo primero que conocí como literatura fueron los cuentos. Mi abuelo y mi mamá me los leían con devoción, como quien comparte un secreto o entrega un tesoro. Desde entonces, quedé enamorada del género. Con los años, fui encontrando nuevas voces en la literatura contemporánea que continuaban ese legado de maravilla y asombro. Así llegué a Páginas de espuma, una editorial que se dedica a difundir y visibilizar la narrativa breve en español con una pasión contagiosa.
Después de la pandemia, abrí @lecturamasiva y se fueron abriendo puertas que jamás imaginé. Uno de esos momentos memorables fue haber tenido la posibilidad de conocer a Juan Casamayor, el editor de Páginas de espuma. Ese día, hablando de su trabajo, dijo:
“Los autores escriben manuscritos, los editores hacemos libros”.
Escucharlo hablar del detrás de escena me abrió los ojos a ese mundo que gesta lo que yo amo. Desde entonces, empecé a imaginar en mi cabeza esta sección del newsletter que se llama Nota al pie. El objetivo es hacer más visible el trabajo de los editores.
En un mundo editorial dominado por las grandes narrativas y las novelas extensas, hay quienes eligen remar contra la corriente. Hace veinticinco años, Juan Casamayor y Encarnación Molina fundaron Páginas de Espuma, una editorial independiente que apostó decididamente por el cuento. Desde entonces, han construido un catálogo que es referencia obligada para lectores y escritores de narrativa breve en español.
En esta entrevista exclusiva para Consigna, Felipe y yo conversamos con Juan sobre los desafíos y logros de este cuarto de siglo dedicado al cuento. Hablamos de su pasión por la literatura, de cómo ha evolucionado el panorama editorial y del papel crucial que desempeñan las editoriales independientes en la difusión de voces nuevas y otras ya consagradas. Una charla que invita a reflexionar sobre el arte de editar y sobre la importancia de contar buenas historias.
A continuación, les dejo una transcripción abreviada de lo que fue esa conversación con Juan. Si quieren ver la entrevista completa, pueden acceder al video acá. Al final de la transcripción van a encontrar una pequeña sorpresa que, ojalá, puedan aprovechar.
—Quisiera arrancar por el principio, si es que se puede. Estuve leyendo que tus abuelos y tus padres eran médicos, ¿cómo arrancó Juan lector?
—Parece como una contradicción en un ambiente tan médico, tan clínico, ya de dos generaciones, y en una casa donde padre y madre eran médicos, que hubiera espacio para la lectura. Pero hay toda una rama de la medicina muy humanista que no sólo cuida el cuerpo, sino que de alguna forma cuidan el espíritu, y una forma de cuidar y cuidarse a sí mismo es la lectura. Entonces tuve la suerte de que en mi casa siempre hubiera libros. Junto con toda esa bibliografía médica, había toda una bibliografía literaria con la que yo convivía. Dicho todo esto, que queda muy bien, a mí me encantaba leer cómic.
—Ok, después, estudiaste Filología.
—Soy filólogo. No es que sea necesaria la filología para ser editor, desde luego. Pero la verdad es que mi paso por la filología, si algo me dio, fue la posibilidad de leer mucho a los clásicos. Me dio también un tipo de sistema de lectura. Había que leer mucho y eso se me ha quedado siempre.
—Con Felipe el otro día hablábamos de cómo nuestras carreras (yo estudié Letras y Felipe, Filosofía) habían hecho que leamos con un lápiz en la mano, anotando en el margen, analizando…
—No había caído a lo mejor en ese detalle, que la Filología te da el subrayado de un libro, la anotación, bien sea en el margen del texto o bien sea en unas fichas aparte; pero sí que es verdad que te da esa conducta, ese sistema. Yo de hecho, para que no entre ni el editor ni el filólogo en el texto, la primera lectura que hago de un manuscrito es sin nada que escribir. Me lo prohíbo, porque si no me detengo en algo en lo que el lector posiblemente nunca vaya a reparar. Esa lectura profesional ya vendrá luego. Lo único que este es mi principio, pero mi destino suele ser traicionarme constantemente. Si veo una repetición, una posibilidad de sugerencia, una cacofonía, esa tornillería a veces de basura cósmica que hay en los textos y que hay que limpiar, entonces rápidamente tengo que apuntar algo y me traiciono. O sea, yo os digo mi deseo, luego soy contradictorio.
—El bisturí, vamos a decir, es como ir con el bisturí.
—Sí, bueno, yo creo que los editores diagnostican textos, encuentran los síntomas e intentan paliarlos. Cuando tú quieres paliar unos síntomas, quiere decir que tú puedes de alguna forma conversar y dialogar con ese paciente o puedes sacarlo adelante. Si yo tuviera tantos reparos, si tuviera que cuestionar tanto a un texto, claramente la solución es decir no al texto. Lo que yo no estoy dispuesto es a reescribir ni escribir. Tengo que poder dialogar con un texto, cosa que me gusta mucho. Yo soy un editor muy activo. Me gusta participar mucho en eso.
Es verdad que, para ciertos temas, para el orden de los cuentos, a veces los títulos de los libros, y luego todo un espacio casi que va de párrafo en párrafo, soy muy sugerente. La última palabra siempre la tiene quien escribe. Esto es un poco como la diplomacia veneciana, que sonríen, por un lado, pero por otro te están echando veneno en la copa. Eso los autores lo saben y quieren jugar a ello.
Por ejemplo, en principio, repetir el título de un cuento y el título del libro a mí no me gusta. Es otra contradicción que tengo, porque tengo libros publicados así, pero no me gusta, porque el automatismo de lectura de quien lee es ir a ese cuento. Tengo varios casos en los que decidí hacer una excepción y repetirlo igual. Uno de los más conocidos, y lo digo porque María Fernanda también lo dice, es Pelea de Gallos. El libro se titulaba Animales salvajes y creo que Pelea de Gallos, honestamente, le dio más fuerza. Un editor hace muchas cosas, pero la base de todo es la lectura. Un editor es un lector ante todo.
—Por eso preguntaba primero por el primer lector, por el Juan lector, que es donde todo arranca.
—Yo de niño ya unía un poco el libro a la recomendación, que eso también es un editor, un prescriptor, y a la rentabilidad económica. De pequeño montaba una biblioteca en mi cuarto, donde estaba mi dormitorio, y ponía los libros. Entonces era como una biblioteca: venía mi familia y les recomendaba un libro que se podían llevar. Pero, claro, con el libro me tenían que dejar una antigua peseta. Cuantos más libros prescribía, me di cuenta de que las pesetas crecían. Entonces, esa mirada también estaba. O sea, la de leer y decir puedo hacer una aventura rentable de un gusto personal lector. Y eso lo he trasladado hasta ahora, que en el fondo eso es un editorial, sobre todo independiente, hacer de un gusto personal una aventura rentable. Aquí en Páginas de espuma somos cinco en Madrid y cuatro en Latinoamérica. Entonces son nueve personas que todos los meses cobran de Páginas de espuma. Esto también es una empresa.
—Otro tema es el de la distribución. Es algo que está muy aceitado, porque llegan realmente no solo a España, sino a todos los países latinoamericanos.
—Ahí hay también un enorme trabajo que viene primero por el lado de, nuevamente, la lectura. En Páginas de espuma, cuando empezó, los primeros autores que fuimos publicando eran autores que procedían de algún país latinoamericano. Mi primer viaje a Latinoamérica fue a México en el año 2003. A partir de ahí nos dimos cuenta de que era imprescindible viajar a Latinoamérica. No sólo para conocer librerías de nuestros distribuidores y las ferias, sino para conocer el pulso de cada país, de cada calle. Ese trabajo fue un trabajo de muchos años. Necesario, sobre todo, porque en Páginas de Espuma, gracias a su especialización en torno al cuento, tenemos autores que compartimos con grandes grupos editoriales. Logramos que los cuentos se queden en Páginas de espuma, y las novelas se vayan a un gran grupo. A partir de ahí, nosotros tenemos que ofrecer un entramado comercial y promocional igual, más o menos, que Random House. Es lo que pueden ver en el caso de Samanta Schweblin. Fue Siete casas vacías lo que explotó. Dejamos el libro el primer miércoles de mayo del 2015 en las librerías y, antes de que acabara junio del 2015, ya estábamos reeditando en España. Ahí explotó Samanta, ahí explotó realmente.
—Ampuero y Schweblin…ahí hay autoras que son muy conocidas ahora pero que, en el origen, claramente no lo eran. ¿Cómo se trabaja esto? ¿Cómo eligen a los autores que están publicando?
—Yo siempre he dicho que en la editorial había una doble o más de una orilla. No sólo geográfica, que es evidente, sino también simbólica, de clásicos y contemporáneos. Pero, dentro de los contemporáneos, se desdobla nuevamente esa orilla en autores que, cuando han llegado a Páginas de espuma, eran conocidos ya, o bien, que se han ido dando a conocer. Nosotros tenemos una autora que era poco conocida y se ha dado a conocer durante la última década, como ha sido Samanta Schweblin, por ejemplo. Pero eso también nos permitió a nosotros hacer otro ejercicio que, yo creo, es la gran responsabilidad de quien edita, que es un compromiso con el aquí y ahora. En mi caso, con el idioma y con quien está escribiendo ahora. Un ejemplo magnífico de eso es María Fernanda Ampuero, porque Pelea de Gallos es su primer libro. En estos momentos María Fernanda Ampuero es la escritora que más vende en Páginas de espuma, por decir en términos económicos. Pero, antes de sacar Pelea de Gallos, ella era una periodista ecuatoriana que vivía en España de una forma precaria y poco más. Con Pelea de Gallos se fue abriendo un hueco. Creo que el gran mérito de María Fernanda es que escribió y se insertó en una línea que fue de las primeras, si no la primera, en una zona donde no había umbral de pacto de lectura. Yo estoy militando, yo denuncio el terror social y utilizo unas estructuras de terror clásico y, a partir de ahí, María Fernanda se ha dado a conocer. Eso nos ha pasado muchísimo.
Muchas veces con autoras o autores que han sacado algún libro en una editorial muy pequeñita, muy marginal, hemos conseguido con su segundo libro llevarlos más lejos. Nos está pasando ahora con la escritora española Irene Reyes-Noguerol. Es una española de 26 años de la revista Granta y que en España ha explotado. Está ganando ya premios. Llevamos tres ediciones desde septiembre. Otro ejemplo es una autora uruguaya que se llama Tamara Silva. Tiene un primer libro en Uruguay muy premiado y que he leído muy bien. Es como una Samanta, pero de Uruguay. Hemos detectado esa vibración y ahora la queremos llevar a todo el continente. Yo me he fijado en ella porque, desde que leí precisamente a Samanta, no había leído nada tan desconcertante en una niña de 24 años. Es desconcertante la cantidad de lectura que tiene y la propuesta literaria que hace a eso que llamamos artefacto de libro de cuentos. Me ha gustado muchísimo. Una ondulación que tiene, de desafío hacia el lector que no sabes si decidirte y decir me voy por el camino Mariana Enríquez o por el camino insólito de Samanta. No me lo va a dejar claro nunca ella. Y tiene 24 años. Va a haber una edición argentina de su libro Larvas y ella irá para allá seguramente en abril.
—Hablando de “publicar”, esa palabra tiene un doble sentido. No es solamente imprimir un libro y después lograr que llegue a la gente, sino también hacer públicos ciertos temas o ciertos debates. Llevar a la boca de la gente algo. Actualmente, ¿cuáles son esos debates que te interesa que lleguen al público?
—Es verdad que, poco a poco, en la última década se ha ido trasladando a un debate para mí más político, más ideológico, más cultural. Tiene que ver con una posición de cuestionar el canon que hemos leído, algo que he ido aprendiendo desde muy pronto con autores como Clara Obligado o Andrés Neumann. Son algunos posicionamientos que la lectura que hago de mis escritoras me ha enseñado, ya no como editor ni como lector, sino como hombre. Estoy dispuesto no a aprender de ellas, porque las mujeres no nos tienen que enseñar a los hombres, sino a recapacitar yo mismo y aprender por mí mismo ciertas cosas que estoy entendiendo mejor. Creo que somos una generación muy bisagra, hablo de la mía. Una bisagra para las próximas generaciones. Eso lo he aprendido mucho y ese debate me sigue interesando. Me interesan bastante esos posicionamientos incluso políticos. Es algo que diría que es como una escritura hecha desde la furia o la rabia. Pero no sólo pasa con escritoras. El último libro de Jorge Volpi que hemos publicado se llama Enrabiados. Precisamente, vivimos en una sociedad que nos tiene enrabiados. Los poderes políticos nos han llevado a sociedades polarizadas. Pasa en España y creo que en Argentina también. Estáis en una situación absolutamente terrible porque Argentina está un paso más adelante de la polarización, porque se ha hecho como discurso propio. Y creo que, mientras ciertos interlocutores culturales tengamos algo que aportar, pues debemos aportar en ese sentido, sin duda.
—A veces, se piensa que porque el cuento es corto es bueno para empezar a leer, y después uno empieza a ver que hay cuentistas más complejas o más complejos. Entonces, al cuento un poco hay que llegar también. ¿Cómo ves hoy en día los ritmos de lectura y la convivencia con el cuento?
—Yo no creo que el cuento sea un género para iniciarse, o sea, por definición. No creo que lo sea, pese a su brevedad. Lo que sí creo es que hay autores y autoras con los cuales se empieza mejor a leer. Si me dices cuento, yo creo que podríamos atraer a ciertos adolescentes con cuentos de Edgar Allan Poe, pero sería más difícil atraerlos con cuentos de Maupassant, por ejemplo. Es más sencillo a lo mejor atraer a los jóvenes, o incluso a los niños, con una novela como La isla del tesoro de Stevenson, antes que con un Faulkner, porque estamos hablando de otra complejidad. Dicho esto, creo que hay distintos autores a los que se los ha etiquetado como grandes autores para iniciar a gente en la lectura, y que además son muy queridos. Pienso en Cortázar, en Chéjov, en Salgari, Twain. Ese canon de hombres, porque aquí son casi todos hombres. Pese a ese discurso, pensar que porque vivimos tiempos acelerados se lee mejor el cuento porque es breve, no es verdad. El cuento tiene una exigencia que es la exigencia de la elipsis, del silencio. Andrés Newman dice que un cuento es guardar un secreto. Tienes que estar dispuesto a leer algo sabiendo desde un principio que se te va a negar información y tú la vas a completar de alguna forma automáticamente. Además, cuando empiezas a tener ciertos datos, la historia, de una forma abierta o cerrada, va a terminar y a partir de ahí va a resonar en tu cabeza. Y, encima, si estás leyendo un libro de cuentos, tienes que saltar de un universo a otro muy diferente, o más o menos diferente. Eso también es una complejidad de lectura, se quiera o no. La brevedad del cuento es más cercana a la poesía. La novela es igualmente compleja, pero creo que para alguien que transite menos la lectura es más sencillo leer una novela de quinientas páginas, donde cada cincuenta se nos recuerda que los vampiros están buscando el Santo Grial. Ese tipo de bestseller es mucho más plano de leer que un libro de cuentos. Dicho eso, yo creo que el lector o lectora de cuentos es alguien que tiene ya afianzado un ritmo de lecturas y un pozo de lector. Yo no me engaño. El perfil de público lector de Páginas de Espuma es alguien que celebra más de una vez por mes la lectura de un libro. Eso es así. Y, si me apuras más, es lectora. O sea, no hay un boom de las escritoras. Realmente hay un boom de las lectoras, que han decidido “ahora vamos a leer escritoras”, por un sentimiento de pertenencia y de rebeldía.
—Pero, al mismo tiempo, eso convive también con el amor por los clásicos. Sobre todo me acuerdo de una conversación que tuvimos cuando nos conocimos personalmente, acerca de los dibujos que aparecen en la edición de la obra de Kafka, que son los originales del autor y han sido completados o imitados por el ilustrador. Entonces también me interesaba hablar de ese amor al libro en esos detalles, en la traducción contemporánea. Contanos un poco de cómo se ayuda a esos clásicos a llegar a los lectores del siglo XXI.
—Esa colección de los clásicos surge en el año 2008, cuando surge en el horizonte hacer una trilogía. Algo que no estaba realmente hecho en muchos de los casos que luego hemos abordado. Son los cuentos completos de autores muy reconocidos por su obra de narrativa breve o son grandes novelistas cuya obra de cuentos ha sido muy desatendida. El triunvirato que quisimos elegir primero es el gran triunvirato que forjó el cuento moderno: Edgar Allan Poe, con la famosa traducción de Julio Cortázar. También están los cuentos completos de Chéjov. Y, antes de eso, habíamos publicado, en el 2012, los cuentos completos de Maupassant, que nunca se había hecho. Estoy hablando de un estuche con tres mil páginas de cuentos. Pero, para eso, Páginas de Espuma necesitaba buenos traductores y una capacidad de producción amplia. Y, por qué no decirlo, un músculo financiero, porque estos libros son caros de hacer. Son tiradas largas, para abaratar en lo que puedas un ejemplar. Y nos fue muy bien.
Desde que publicamos las prosas breves completas de Joyce, a partir de ahí, entramos también a hacer un nuevo diseño, y empiezan a entrar ese tipo de ilustraciones. Han adquirido un nivel más alto en Kafka, por parte de Arturo Garrido, un gran artista aquí en España.
Dentro de un mes en España, y luego llegará a Argentina, vamos a hacer una nueva edición de la obra de Poe. Hemos decidido que toda generación necesita una traducción contemporánea y hemos cometido la osadía de volver a traducir Edgar Allan Poe, después de Cortázar. No intentamos superar en calidad, porque sería un fracaso de antemano. No quiero matar al padre para nada, pero digamos que nuestra edición va a ser íntegra y completa. Yo soy muy cortazariano. Hay una pregunta, que siempre me hacen: ¿cuál es tu cuento preferido? Yo ya decidí, desde hace muchos años, que es “La señorita Cora”. Cortázar es muy importante para mí. Pero nuestra edición de Poe va a ir prologada por Mariana Enríquez. Aparte, la ilustración ahí va a tener un peso enorme.
Además, a final de año, esto sí que es como una pequeña bomba, vamos a publicar la narrativa de Ray Bradbury. Históricamente ha estado en Planeta, en Minotauro. Pero esto también quiere decir que le la agencia estadounidense que lleva los derechos de Bradbury y sus herederos han pensado que una editorial independiente, como Páginas de Espuma, era mejor opción para que estuviera allí Bradbury con su narrativa completa que en Planeta. Después de 25 años, nos hemos ganado, a pulso también, esa alegría y responsabilidad que es tener a Ray Bradbury en la colección de clásicos.
—Una pregunta de color, ya que estamos hablando de Bradbury. Si vinieran unos marcianos y tuvieras que explicarles qué es un cuento, ¿qué libros de tu catálogo les mostrarías para decirles “estos son cuentos en la Tierra”?
—Es muy, muy, muy buena pregunta. Eso me gusta. Hay para mí un libro que es fundamental en nuestro catálogo, de un escritor español, que se llama Eloy Tizón. Ahora aparece una antología de cuentos suyos en Argentina. Es el gran cuentista español. Él tiene un libro que se llama Técnicas de iluminación. Si yo le tuviera que explicar la epifanía de un cuento y la estructura maravillosa de cómo hacer un libro de cuentos, yo les propondría que leyeran Técnicas de iluminación, porque es el mejor umbral de narrativa breve, entre una narrativa en prosa y una narrativa lírica y poética. Es quien mejor sabe esbozar el valor del lenguaje simbólico en un cuento. Nadie lo hace como él. Nadie. Ese libro es extraordinario.
Si tuviera que decir otro libro, por irme al otro extremo, seguramente elegiría Siete casas vacías. Samanta tiene algo que la hace única. El reto de Samanta es ella misma. Porque el desafío de Samanta no es que ella escriba, sino que el lector lea y elija qué lee, cómo la lee. Leer el primer cuento de Siete casas vacías y ver la combinación de registros que hace de acción, descripción, diálogo y pensamiento, eso es como una autovía. Lo alterna constantemente y por eso desequilibra. Le diría al marciano: “Si tú te quieres sentir incómodo y extrañado ante la lectura de un libro, lee esto”. Esos dos libros podrían ser importantes.
Luego no habría más que dejarle un cuento de Chéjov, para que vuelta a su planeta pensando: “Este cuento qué me ha querido decir”. Le va a llevar tiempo responder eso. Esa es la maravilla de Chéjov.
—También de estilo cortazariana esta pregunta. ¿Tenés algún ritual cuando leés un libro de cuentos? ¿Interrumpís la lectura o lo leés de un tirón? ¿Le recomendarías al marciano que lo lea de un tirón?
—Lo recomendaría absolutamente. Esto ya lo dice Edgar Allan Poe, cuando escribió “Filosofía de la composición”. Dijo que hay algo en la extensión del texto que está marcado por el efecto. A mí me gusta leer los cuentos de una vez. Que empiece un cuento y no poder parar de leer. Sea de cuatro páginas o de veinticuatro. Me parece que es muy necesario ese ritmo de respiración. Luego, por hablar de la unidad más amplia, un libro de cuentos debe leerse en orden, porque ese ritmo de respiración va avanzando. Los editores y los autores de cuentos se empeñan meses en ordenar un libro. Luego el lector dice: “Uy, La Casa Verde, me gusta este título, lo voy a elegir” y rompe ese ritmo.
—Además, en los libros de cuentos hay ciertas cosas que se van encadenando y se genera un efecto de acumulación.
—Exacto. Eso es una vocación de estructura. O sea, los cuentos son autónomos. Sí. Pero pierden su independencia cuando los lees en un libro. Cuando vas por el cuarto cuento de diez, lo lees con el bagaje lector de tres y ante la posibilidad de leer seis cuentos más. Eso, de alguna forma, condiciona ese cuarto cuento. Esa labor también es detectable cuando los cuentos no se parecen nada entre sí. Tiene que haber una vocación sutil, subterránea, atmosférica, para que los cuentos se vayan uniendo. Muchas veces se unen porque, a lo mejor, el periodo creativo ha sido el mismo en quien escribe, o porque las decisiones narrativas apuntan hacia el mismo lado, o las soluciones son similares de alguna forma, y por eso conviven los cuentos.
—¿Cuántos libros llevan publicados?
—Vamos camino a los a los 410 o 420. Por ahí. No publicamos mucho. Unos dieciséis títulos al año. Y os explico por qué. Hacer un libro es muy fácil. El problema es cuando aparecen los 3.000 ejemplares de la edición y tienes que promocionarlos y venderlos. Por eso reimprimimos mucho. Reprimimos casi cincuenta títulos al año.
—Este plan de edición, ¿con cuántos meses o años de anticipación lo tenés? ¿El 2025 lo planeaste en 2024 o 2023?
—Los clásicos los trabajos con dos o tres años de anticipación. Yo ya sé los clásicos que van a aparecer el 2026 y 2027. Por ejemplo, Bradbury han sido 1.300 páginas. Entonces, para que un traductor traduzca 1.300 páginas, le tienes que dejar un par de años. El resto del catálogo no. Los libros de autoría individual o ensayos más breves solemos tenerlos cerrados un año antes.
—Actualmente y un poco mirando a futuro, ¿como ves el tema de la inteligencia artificial en la literatura?
—Yo creo que ante estos fenómenos no hay que ponerse nervioso. Creo que la inteligencia artificial ha venido para quedarse y vamos a tener un magnífico instrumento para mejorar ciertas técnicas que son más rápidas. Básicamente, documentación y análisis de datos. Pero la creación, yo no digo que no pueda pasar en el futuro, pero a día de hoy, es incompatible absolutamente con la inteligencia artificial. No creo que se pueda sustituir. Siempre, desde que la historia es historia, ha habido alguien que ha querido contar una historia y alguien que ha querido escucharla. La inteligencia artificial, cuando cuenta la historia, cuenta cómo el cazador ha cazado los elefantes o los mamuts. Eso no es la literatura. La literatura surge cuando, el que volvió a la cueva dice “he cazado un mamut, pero se cayó por un precipicio y se lo llevó el río”, pero en realidad no lo había cazado. Eso es la literatura. Lo imperceptible. Es invisible.
—Han dejado un legado importantísimo dentro de la literatura. A lo mejor el premio Rivera del Duero es uno de esos legados. No sé si tendrás algún otro que quieras mencionar.
—Un premio en el mundo del libro no deja de ser una operación de marketing. No nos engañemos. Es elegir un libro que se lo merece, que recibe un premio, y por lo tanto va a tener más atención mediática y más respuesta comercial. Otra cosa es que el sistema sea transparente y limpio. Creo que los jurados que hemos tenido y los premiados o premiadas que han ganado le fueron dando prestigio. Ese premio nace con la vocación de decir el cuento también tiene que tener un grandísimo premio literario con vocación internacional, con vocación de tener dinero y con vocación de convocar a muchos lectores. Un premio puede hacer eso. Hay libros premiados que han funcionado muy bien y otros que han funcionado peor en cuanto a lectura. El libro de Magalí lleva 10 ediciones. Y no son diez mil ejemplares ni veinte mil, son más. Samanta lleva 35 ediciones de Siete casas vacías.
¿Otros legados? Yo creo que la colección de clásicos es un legado. Aunque solo fuera por la catedral de Chéjov, esas 4.000 páginas. Eso sí que fue una voluntad de empeñarse en hacer algo realmente importante. Luego, con una decena de autores y de textos que queden y que alguien dentro de un siglo escuche esta entrevista y diga “Dios, este libro está vivo”. Ahí, ese sería el legado. Ese tipo de libros que a mí me apasiona. Me parece que, en ese sentido, la escritura va hacia un gran puerto.
Los invitamos a dejarse deslumbrar por los libros que publica Páginas de espuma, a descubrir —o redescubrir— a las autoras y autores que integran su catálogo, y a sumergirse en la potencia infinita del cuento🌊.
💬Si tienen ganas, cuéntennos en comentarios cuál es su libro favorito de Páginas de espuma o cual les dio ganas de leer después de esta entrevista.
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La 49ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se llevará a cabo del 24 de abril al 12 de mayo de 2025 en el Predio Ferial La Rural, ubicado en el barrio de Palermo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
🕒 Horarios de visita
Lunes a viernes: de 14:00 a 22:00
Sábados, domingos y feriados (1 y 2 de mayo): de 13:00 a 22:00
La Noche de la Feria se celebrará el sábado 26 de abril de 2025. Durante este evento especial, la entrada será gratuita a partir de las 20:00 horas, y las puertas permanecerán abiertas hasta la medianoche.
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